Por Diana Carolina Alfonso
Jorge Lanata |
Anoche
ése periodista habló de nosotros. Con la palabra nos impuso una
frontera, una profesión, una edad y una condena. Y no es inocente la
carga de valor que pesa en sus dichos. No hay singularidades que
escapen a la construcción de la realidad social, menos cuando se es
un vocero de la maquinaria mediática hegemónica. Lanata hace parte
de un monstruo grande que pisa fuerte, que edifica día a día un
imaginario colectivo que coincide con la formación de un estado de
opinión, a su vez, fijado por los grupos políticamente dominantes.
De
repente nuestras subjetividades, nuestros orígenes y tradiciones se
reducen a un juego de cifras, exageradas, manipuladas y sacadas de
todo contexto ¿Por qué? Curiosamente, los barómetros en los que la
inmigración se sitúa en los primeros lugares en el listado de
problemas sociales en Argentina han coincidido con el anuncio o
desarrollo de procesos de regularización (como
el Plan Patria Grande impulsado por el entonces presidente Nestor
Kirchner en el 2006), o con su restricción (véase No Lugar: una carcel para la patria grande)
y con las noticias consiguientes relativas a la cuantía de la
población inmigrante y su situación en el país.
Sobre
lo dicho anoche por Lanata no vamos a ser ingenuos. El periodismo
conservador buscar legitimar el arancelamiento de la educación
pública. Nosotros que no somos más que un 4% de la población
estudiantil universitaria, somos su caballo de Troya. No nos
detendremos en esto por considerarla una operación más que
evidente. Por el contrario, vamos a pensar cómo viene funcionando un
aparato ideológico que, evitando siempre hablar de la verdadera
filtración de recursos por cuenta de las exacciones al capital
privado -los honrados extranjeros que vienen a menguar nuestra
miseria digna-, apela a delinear profusamente una alteridad
monstruosa y amenazante fronteras adentro.
La
construcción de un enemigo interno se hace tanto más necesaria en
un momento de agravamiento de las políticas restrictivas en lo
social y precariazadoras en lo económico. El advenimiento de cargas
impositivas a la población argentina debe ser justificado. El
razonamiento es sencillo: hacer creer a los ciudadanos que el peso
fiscal se debe a cargas extra asumidas por un estado paternalista y
populista. El relato de la pesada herencia busca desmontar
ideológicamente ciertas garantías sociales que fueron parte de las
demandas históricas de los movimientos sociales en este país, sobre
todo, tras la crisis del 2001.
Bajo
esa lógica, es más que evidente la expansión y legitimación
mediática de un supuesto Estado paralelo, que tiende a
enfatizar mediante el establecimiento de estereotipos todas las
enfermedades (movimiento de mujeres, travestis y demás
organizaciones LGBTI) y epidemias (como la inmigratoria de tez negra)
que atacan a un cuerpo social que agoniza, no por los desmanes de la
política económica y socialmente policiva del gobierno del PRO,
sino por sujetos debidamente clasificados por su etnia, clase o
género. Como sabemos, el etiquetamiento avala prácticas coactivas e
invisibilizadoras:
Como
vemos, Latana anoche encarnó un cúmulo de reacciones excluyentes
que se vienen cultivando hace años en respuesta a la implementación
de los planes sociales impulsados por el gobierno kirchnerista, al
igual que las políticas de migración, etc. Los efectos son
inmediatos. En cuanto a lo que se vive cotidianamente, hay una
reacción de ciertos sectores que sienten impunidad para decirle a
todo aquel con un acento diferente ‘volvete a tu país”. O sea
que la xenofobia se vive en dos niveles: por un lado lo institucional
y por otro la sensación al transitar la calle de la gente que se
atreve a expresarse xenófobamente con mucha más libertad. No es
casualidad, es un hecho político que busca criminalizar para tapar
las falencias que tiene este gobierno.
A
Claudia Córdova, trabajadora sexual, la detuvieron de forma ilegal
en la ciudad de La Plata, a través de un fallo xenófobo que
explícitamente enunciaba como agravante su origen peruano. Durante
todo el procedimiento judicial se nombra a Claudia como varón
‘persona trasvertida’ (sic) sin reconocer su identidad
autopercibida en una clara violación por parte de los actores
judiciales a los derechos consagrados en la Ley de identidad de
género.
Ver manifiesto de la Colectiva Lohana Berkins: Página/12 Ninguna persona es ilegal
Otro
ejemplo claro de estas prácticas discriminatorias tiene que ver con
el enjuiciamiento a Milagro Sala y el macartismo aplicado a su
organización, la Tupac Amaru en la provincia de Jujuy. Acá también
pesa la xenofobia. Como lo analiza la socióloga Dora Barrancos, la
intención política de este juicio es escarmentar socialmente a una
organización que representa todas las periferias sociales. Hay una
operación mental de exclusión. Hay odio xenófobo instalado hace
mucho. Se está frente a una mentalización, entre los sectores
medios y altos con mayor complicidad, de no reconocer a los
“bolivianos” ni a los grupos locales que en general comparten los
mismos orígenes étnicos. La Tupac es una organización que se ha
hecho con clara hegemonía del liderazgo de una mujer. Esto no es tan
novedoso porque hubo muchas líderes piqueteras en los ‘90.
La
reivindicación del derecho a la casa, a la recreación, a la salud,
al trabajo, son bastante trajinados pero en el caso de la Tupac se
hizo vibrante también el derecho a una “vida digna de ser vivida”
desde el punto de vista de la sexualidad, un reconocimiento a las
sexualidades disidentes. Esa es la novedad de la Tupac que tiene
anualmente también una manifestación de gran jolgorio con la marcha
del orgullo gay.
Esas
fiestas , como la fiesta por el plebiscito por la paz en Colombia,
como las muestras de rechazo en la 9 de Julio al golpe institucional
en Brasil, como los teatros copados por la juventud en las visitas
concurridas de García Linera a las universidades públicas, muestran tramas de solidaridad muy
peculiares que quieren ser barridas por mandato del poder ejecutivo y
fallo del poder judicial, mezquina relación que legaliza e
institucionaliza la exclusión mediante el racismo, el clasismo y la
violencia institucional hacia nuestras corporeidades.
Lanata:
el que sobra es usted.
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