Por Alex Trujillo Giraldo[1]
Tras más de 50 años de conflicto social y armado, la sociedad colombiana se enfrenta electoralmente por la aprobación de los acuerdos entre gobierno Santos y FARC-EP |
Buenos Aires
25/08/2016
Colombia,
ese rincón entre el Caribe y el Pacífico que inaugura el Sur de Nuestra
América, se encuentra en una nueva encrucijada tras la finalización de los
diálogos entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del
Pueblo y el gobierno presidido por Juan Manuel Santos. Por primera vez, en 30
años de intentos, que se logra un acuerdo definitivo. Intentos que—como si se
tratara de un relato de Samuel Beckett—no se sabía a dónde iban. Uno de ellos,
durante el gobierno de Belisario Betancur en 1984, tuvo como consecuencia que
las FARC-EP iniciaran su camino a convertirse en un partido político y se
integraran a la vida democrática del país. En 1985 se fundó la Unión
Patriótica, cuyos sorprendentes resultados electorales prendieron las alarmas de
los sectores más conservadores y violentos que iniciaron una guerra sucia que
exterminaría a 2 candidatos presidenciales y más de 5 mil militantes de esta
agrupación política, al igual que el exilio y el paso a la clandestinidad de
otros cientos que huyeron de la guerra sucia.
Paradójicamente,
los acuerdos firmados el día de ayer en La Habana entre las dos partes, incluye
la incorporación nuevamente de las FARC-EP a la vida civil, teniendo en cuenta
la experiencia del aniquilamiento de la UP, ¡A Luchar! y cientos a líderes
populares en democracia. Si bien las FARC-EP son una organización insurgente
que ha ejercido la violencia, la entrega de las armas que se acordó para los
próximos 180 días, deja en un limbo de vulnerabilidad a sus tropas que deben
confiar en la protección que el antiguo enemigo les ofrecerá con verificación
de las Naciones Unidas. Desde el próximo lunes, el Cese Bilateral ordenado a
las FF.MM. por el presidente Santos, pondrá en el pasado la confrontación
armada más antigua del hemisferio.
Se han
silenciado los fusiles, pero otra guerra ha empezado desde hace unos meses, los
campos de batalla son las redes sociales, los medios de comunicación, las
iglesias, los comercios, las calles y las universidades del país. El ex
presidente Álvaro Uribe y su partido, el Centro Democrático, han emprendido
inicialmente una recolección de firmas contra los diálogos que se desarrollaban
en La Habana entre gobierno e insurgencia, pero con el llamado a refrendar
mediante un plebiscito electoral los acuerdos alcanzados, el uribismo emprendió
abiertamente la campaña por el NO. Contando con el apoyo de los ganaderos
(altamente beneficiados con el despojo de más de 6,5 millones de hectáreas a
campesinos), el Procurador General de la Nación (miembro del lefrebvrismo y ex
Opus Dei), el multimedios RCN, sectores del partido Conservador y retirados de
las Fuerzas Armadas, entre otros. La campaña electoral para el plebiscito del
domingo 2 de octubre, supone “la guerra por otros medios”.
En la
mayoría de los sondeos, el Sí a la paz gana ventajosamente por más de 30 puntos
en algunas encuestas. Pero dicha campaña tiene diferentes matices. Por un lado,
el gobierno Santos en su peor momento de popularidad (sólo cerca del 25%)
impulsa con la “Unidad Nacional” su frente mayoritario en el Congreso, una
campaña cargada de esperanza y contradicciones con su gestión: inflación,
represión y criminalización de la protesta, dos paros nacionales en el presente
año, fracaso frente a la implementación de la educación con perspectiva de
género, muerte por desnutrición de niñxs en zonas marginadas, casos de
corrupción y redes de prostitución masculina en la Policía Nacional, reforma
tributaria recesiva, venta de la mayor generadora de electricidad del país,
conflictos entre proyectos mineros y comunidades, entre otros desaciertos. Lo que
han hecho de Santos un “gol en contra” para el triunfo en el plebiscito. Por
otro lado, sectores de centro e izquierda han emprendido bajo consignas
diferentes el voto por el Sí, sin consolidar una unidad por fuera del santismo.
En parte, por el estancamiento de las negociaciones con el Ejército de
Liberación Nacional, que podrían reactivarse por lo alcanzado en La Habana. Sin
embargo, estos sectores populares han tenido bajo la consigna #LaPazSíEsContigo
una plataforma para ir tejiendo una incipiente propuesta de país alrededor de
lo alcanzado en los diálogos de paz, incluyendo los espacios de exiliados y
migrantes colombianxs como los que impulsamos desde Argentina, en el Encuentro
de colombianos y colombianas por la paz.
Para
la delegación de las FARC-EP que negociaron estos acuerdos, la elaboración de
los acuerdos fue, “la más hermosa de todas las batallas: la de
sentar las bases para la paz y la convivencia.”[2] Pero no será la última. La paz es una consigna, y una guerra en sí misma,
la de dirimir las discusiones y tensiones políticas sin el derramamiento de
sangre. Más de 220 mil muertos y un
aproximado de 25 mil desaparecidos, son más que suficientes, para decir que el
cese al fuego es el mejor de los mundos posibles en un país que desayuna,
almuerza y cena cifras, historias y lágrimas que deja día a día la guerra.
Bienvenida la batalla, si es con la palabra y los votos, la paz es
horizonte—muy a lo Galeano—que se plantará siempre como meta, pero que no se
movió en más de 50 años de guerra, así que emprendemos la tarea de empujarlo
más allá de donde se acostumbró la mirada. Porque a diferencia de Macondo,
Colombia hoy tiene una segunda oportunidad.
[1] Miembro del Encuentro de colombianos y colombianas por el Sí a la
Paz, el colectivo Tinto, Mate y Resistencia y Doctorando en comunicación social
de la UNLP.
[2]Recuperado de: http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/08/24/la-mas-hermosa-de-todas-las-batallas-escrito-por-delegacion-de-paz-de-las-farc-ep/
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